A las mujeres maristas de la Provincia Mediterránea (Carta Abierta VII)
¿VES A ESTA MUJER?
“Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies. Ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume.» (Lc. 7, 44-47)
A las mujeres maristas de la Provincia Mediterránea
Estamos en pleno mes de mayo, mes dedicado especialmente a la Buena Madre en nuestra tradición marista. Deseo con todo el corazón que la figura de María ilumine la vida y misión de la Provincia Mediterránea. “Ya sabéis a quién hemos de pedir esas gracias – decía Marcelino Champagnat-, a nuestro recurso ordinario. No temamos acudir a ella demasiado a menudo, pues su bondad y poder no tienen límites, y el tesoro de sus regalos es inagotable”.
El calendario religioso nos invita hoy a invocar a María bajo la advocación de Nuestra Señora de Fátima y dirige nuestra mirada hacia la historia de tres niños pastores – Lucía, Jacinta y Francisco – cuyas vidas fueron bendecidas por la presencia amorosa de la Madre.
Aprovecho el contexto de este mes dedicado a María para dirigirme a toda la provincia y, especialmente, a todas las mujeres que os sentís maristas y formáis parte importante de nuestra familia carismática. Es una buena ocasión para agradecer vuestra presencia, reconocer vuestra pasión evangelizadora y reflexionar en torno al papel de la mujer en nuestra provincia y, con una mirada más amplia, en toda la Iglesia.
Primera superiora
María no es un modelo exclusivo para las mujeres sino para todas las personas, hombres y mujeres, que empeñan su vida en el seguimiento de Jesús. La fuerza de su testimonio reside en su capacidad de escucha y puesta en práctica de la palabra de Dios. Por eso, cuando una mujer de entre la gente se dirigió a Jesús gritando: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”, Jesús respondió: “¡Dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!” (Lc.11,27-28).
Nos acercamos a ella como referencia de nuestras vidas, como madre y discípula. “DONDE TU VAYAS, Regla de Vida de los Hermanos Maristas”, expresa esto mismo con mucha claridad y belleza en el número 42:
María es madre y, a la vez, discípula.
“Guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2,51).
Este discipulado, labrado día a día,
hace que lo cotidiano no agote sus perspectivas.
Se desplaza más allá de los confines de su hogar,
para incorporarse a la comunidad apostólica (cf. Hch 1,14).
La presencia de María como hermana en la fe
aporta la calidad y calidez materna del hogar
a la naciente Iglesia.
Marcelino Champagnat, fundador de una congregación religiosa masculina, consideraba a María, mujer y laica, como primera superiora de su proyecto. Siguiendo tras sus huellas, nosotros nos sentimos llamados a ser el “rostro mariano de la Iglesia”.
Me felicitarán todas las generaciones
María nos ofrece un modelo de mujer activa y participativa, muy lejos de la sumisión o del desempeño de funciones secundarias. Frente al misterio de Dios responde con el dinamismo y la lógica del amor, comprometiendo toda su vida. Así, el cántico de María se convierte en la mejor síntesis de su programa de vida, en una declaración de amor y de fe firme en el buen Dios que acompaña la historia humana.
María proclama en el Magníficat la grandeza y la fortaleza de Dios. Una grandeza que tiene que ver con la misericordia y la liberación de los hombres y de los pueblos, no con títulos ni reconocimientos. Una fortaleza que no es la de los imperios dominantes, sino la del compromiso a favor de los débiles, los hambrientos y olvidados.
El Magníficat es una invitación a orientar nuestra existencia hacia la misión de hacer visibles en el mundo los valores del Reino de Dios anunciado por Jesús. Y a hacerlo hoy y aquí, en el contexto concreto de la Provincia Marista Mediterránea. Muy a menudo esto supondrá nadar contra corriente, abandonar posturas complacientes y vacías de crítica, reconocer que también a nosotros nos ensucian los imperativos de un mundo enfermo de poder y sobrado de individualismo. Y de una Iglesia anestesiada por el clericalismo y frecuentemente agazapada en las estrecheces de la sacristía. Tendremos que reconocer que también hoy, en nuestra querida Iglesia, se sigue discriminando e invisibilizando a la mujer y a otros colectivos.
María es la mujer a la que todos felicitarán porque puso su vida en las manos de Dios y se convirtió en signo y anuncio del Reino. Este es el motivo por el que, como ella misma proclamó, todas las generaciones la recordarán y la llamarán dichosa. Y así ha sido. A lo largo de la historia, esta mujer se ha convertido en “la modelo” de pintores, escultores, músicos y poetas. Si hacemos un recorrido artístico de los últimos veinte siglos descubriremos cómo la vieron y la soñaron las distintas generaciones. María, una mujer laica, se ha convertido en modelo de todos los hombres y mujeres que quieren acercarse a Dios.
No en nombre de Jesús
Los evangelios contienen un número importante de referencias a las mujeres. Os invito a volver a leer y meditar cinco de los encuentros y diálogos más significativos de Jesús con mujeres de su entorno:
- Jesús y la mujer samaritana (Juan 4,1-43)
- La mujer sirofenicia (Marcos 7,24-30)
- La mujer adúltera (Juan 8, 1-11)
- La mujer encorvada. (Lucas 13,10-17).
- Marta y Maria de Betania. (Lucas 10,38-42) (Juan 11,1-44)
No hay ningún caso en que Jesús discrimine, menosprecie o estereotipe a una mujer. Por el contrario, cualquier exégesis documentada nos hablará de cómo Jesús las dignificó, las sanó y les devolvió la integridad que la sociedad de la época les había arrebatado. Reveló los secretos del Reino a un grupo de cercanos entre los que había mujeres. Se manifestó a las mujeres del alba, confiándoles el testimonio del sepulcro vacío y del triunfo de la vida. Muchas de ellas tuvieron un acceso especial y único a Jesús: lo tocaron, lo ungieron y lo besaron. Incluso, como en el caso de la mujer sirofenicia, le enseñaron que la bondad de Dios no se limita a un grupo cerrado de personas. Es como si, a través de ellas, Jesús experimentara una cercanía y una complicidad más íntima y cariñosa con el Dios a quien él llamaba “Abba”.
Sin lugar a dudas, en el nombre de Jesús no se puede sostener ningún tipo de actitud que discrimine a las mujeres. No en su nombre. Una Iglesia que no acabe de entender y poner en práctica la plena participación de las mujeres no es cristiana. Difícilmente podríamos considerarnos seguidores de Jesús si marginamos implícita o explícitamente a las mujeres en una Iglesia que, por cierto, es mayoritariamente femenina.
¿Ves a esta mujer?
Quizás fueran las prisas o la emoción del momento. No lo sé. Pero lo cierto es que aquel día a Simón, el fariseo, se le olvidaron las costumbres de cortesía estipuladas en su entorno cultural para acoger a un amigo. La entrada en escena de una mujer conocida en la ciudad como pecadora le brindó a Jesús la oportunidad de recordárselo: “¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies. Ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume.”
¿Ves a esta mujer? ¿La ves de verdad? Es una pregunta justa y necesaria porque, admitámoslo, demasiado a menudo la mujer es invisibilizada, silenciada y ninguneada. ¿Ves a esa mujer que día tras día entrega su vida al servicio desinteresado sin pensar en reconocimientos ni premios? ¿Ves a las mujeres que llenan las iglesias y, a la vez, alzan su voz profética y comprometida en multitud de foros profesionales y culturales de nuestra época? ¿Ves a las mujeres que, en el ámbito de nuestra Provincia Marista Mediterránea, son educadoras, trabajadoras sociales, catequistas, monitoras de distintos grupos juveniles o que desempeñan cualquier otra tarea de servicio? ¿Cómo podemos entre todos, hombres y mujeres, hacerlas más visibles y construir una Iglesia de comunión que es a la vez masculina y femenina?
Me parece interesante y oportuno citar aquí unas palabras de Silvia Martínez Cano, de la provincia Ibérica. Hace unos años escribió un artículo sobre el papel de la mujer en la congregación marista y concluía su reflexión diciendo: “Sin duda, el carisma de Marcelino hoy no se agota, sino que se multiplica en aquellas que son parte y esperanza del mundo, animadoras y compañeras en nuestras comunidades y líderes de caminos maristas que todavía están por explorar”.
Queridas mujeres maristas de la Provincia Mediterránea: sigamos explorando juntos nuevos caminos de animación del carisma. Que María, madre y discípula, acompañe y bendiga todos vuestros proyectos. Ojalá sea ella, la Buena Madre, nuestro recurso ordinario y referencia diaria para seguir creciendo, alargando y ensanchando nuestros sueños.
Un abrazo
H. Aureliano García Manzanal
En Alicante, a 13 de mayo del 2023